Perdonen si empiezo con una confidencia personal: yo, que soy contrario a los toros, entiendo de toros. Durante años, cuando me recogieron en Zaragoza durante la posguerra, traté casi diariamente con don Celestino Martín, que era el empresario de la plaza. Eso me permitió conocer a los grandes de la época: Jaime Noain, El Estudiante, Rafaelillo, Nicanor Villalta. Me permitió conocer también, a mi pesar, el mundo del toro: las palizas con sacos de arena al animal prisionero para quebrantarlo, los largos ayunos sustituidos poco antes de la fiesta por una comida excesiva para que el toro se sintiera cansado, la técnica de hacerle dar con la capa varias vueltas al ruedo para agotarlo... Si algún lector va a la plaza, le ruego observe el agotamiento del animal y cómo respira. Y eso antes de empezar. Vi las puyas, las tuve en la mano, las sentí. El que pague por ver cómo a un ser vivo y noble le clavan eso debería pedir perdón a su conciencia y pedir perdón a Dios. ¿Quié...
Muchas gracias a tí, Carlos por compartir en tu blog esta obra de teatro que protagonizaba mi madre. Era una de mis preferidas cuando era niña y me parecía muy graciosa. Gracias por el homenaje y por el recuerdo.
ResponderEliminarGracias a ti, Marina, por traerme a la memoria la figura de tu madre. Yo recuerdo haber visto este Estudio 1 con ocho años y quedarme estupefacto; ¡entonces se pueden decir y hacer estas cosas en la televisión...!
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