19º día de confinamiento
¡VAMOS HACIA EL INFIERNO!
El grito suena
bien en el vientre de la cueva,
el
salmo bajo el mediodía de los templo
y la canción en
el crepúsculo...
El grito es el
primero.
Hay un turno de
voces:
yo grito,
tú rezas,
él canta...
El grito es el
primero.
Y hay un turno
de bridas:
él las lleva,
tú las llevas,
yo las llevo.
Y a la hora de
las sombras subterráneas
la blasfemia
reclama sus derechos.
Los caballos
piafan ya enganchados y la carroza aguarda...
¿Quién la lleva?
Yo: el blasfemo.
Yo la llevo, yo
llevo hoy la carroza,
yo la llevo.
Éste es el
poeta,
tú eres el
salmista,
ése es el que
llora,
tú eres el que
grita...
yo soy el
blasfemo.
Yo la llevo, yo
llevo hoy la carroza,
yo la llevo.
¡Arriba! ¡Subid
todos!
¡Vamos hacia el
infierno!
La aijada tiene
su ritmo,
y la tralla,
y el grito,
y el aullido...
y la blasfemia
del cochero.
¡Arre! ¡Arre!
¡Músicos,
poetas y
salmistas;
obispos y
guerreros!...
Voy a cantar:
Vida mía, vida mía,
¡Ay!
¡Ay! ¡Ay!
Vida
mía, vida mía,
tengo
un ojo pitañoso
y
el otro con ictericia.
Vida
mía, vida mía.
¡Ay!
¡Ay! ¡Ay!
Ésta es la
copla, la copla de mi carne,
la copla de mi
cuerpo.
Mas si mis ojos
están sucios
los vuestros
están ciegos.
¡Músicos,
poetas y
salmistas;
obispos y
guerreros!...
Voy a cantar
otra vez:
El
viejo rey de Castilla
¡Ay!
¡Ay! ¡Ay!
El
viejo rey de Castilla
tiene
una pierna leprosa
y
la otra sifilítica.
El
viejo rey de Castilla
¡Ay!
¡Ay! ¡Ay!
Ésta es la copla
de mi tierra,
la copla de mi
reino.
Mas si mi reino
está podrido
su espíritu es
eterno.
¡Músicos,
poetas y
salmistas;
obispos y
guerreros!...
Llevadme de
nuevo el compás:
En
los cuernos de la mitra
¡Ay!
¡Ay! ¡Ay!
En
los cuernos de la mitra
hay
una plegaria verde
y
otra plegaria amarilla.
En
los cuernos de la mitra
¡Ay!
¡Ay! ¡Ay!
Ésta es la copla
de mi alma,
de mi alma sin
templo
porque
la bestia negra apocalíptica
lo ha llenado de
estiércol.
Tres veces cantó
el gallo,
tres veces negó
Pedro,
tres veces canto
yo:
por mi carne,
por mi patria
y por mi
templo...
Por todo lo que
tuve
y ya no tengo...
Vamos bien,
no hemos errado
el sendero.
Conjugad otra
vez;
éste es el
poeta,
tú eres el
salmista,
ése es el que
llora,
tú eres el que
grita,
yo soy el
blasfemo...
¿Y el sabio?
¿Dónde está el sabio? ¡Eh, tú!
Tú que sabes lo
que pesan las piedras y lo que corre el viento...
¿Cuál
es la velocidad de las tinieblas y la dureza del silencio?
¿No
contestas?... Pues las bridas son mías.
Yo la llevo,
yo llevo hoy la
carroza,
yo la llevo.
Músicos, sabios,
poetas y
salmistas,
obispos y
guerreros...
Dejadme todavía
preguntar:
¿Quién ha roto
la luna del espejo?
¿Quién ha sido?
¿La piedra de la
huelga,
la pistola del
gangster,
o el tapón del
champaña que disparó el banquero?
¿Quién ha sido?
¿El canto rodado
del poeta,
el reculón del
sabio,
o el empujón del
necio?
¿Quién ha sido,
la vara del juez, el báculo
o el cetro?
¿Quién
ha sido?
¿Nadie sabe
quién ha roto el espejo?
Pues las bridas
son mías. ¡Adelante!
¡Arre! ¡Arre!...
¡Vamos hacia el infierno!
Y para hacer más
corta la jornada
ahora cantaremos
en coro, y cantaremos
las coplas
del Gran
Conserje Pedro.
Yo llevaré la
voz cantante y vosotros el estribillo
con lúgubre
ritmo de allegretto.
(Copla)
Vino
la guerra.
Y
para hacer obuses y torpedos
los
soldados iban recogiendo
todos
los hierros viejos
de
la ciudad. Y Pedro,
el
Gran Conserje Pedro,
le
dijo a un soldado: Tomad esto...
Y
le dio las llaves del templo.
(Estribillo)
Pedro,
Pedro...
el
Gran Conserje Pedro
que
ha vendido las llaves del templo.
(Copla)
Pedro...
Te
dijo el Señor en los Olivos
cuando
heriste con tu espada al siervo:
Mete
esa espada en la vaina,
que
yo sé a lo que vengo.
Y
la metiste... con las cajas de caudales en el templo.
(Estribillo)
Pedro,
Pedro,
el
Gran Conserje Pedro,
amigo
de soldados y banqueros.
(Copla)
Y
ahora tenemos que ir al cielo
dando
un gran rodeo
por
el camino del infierno,
cavando
un largo túnel en el suelo
y
preguntando a las raíces y a los topos,
porque
ya no hay campanas ni espadañas, Pedro,
y
los pájaros... todos tus pájaros han muerto.
(Estribillo)
¡Pedro,
Pedro,
todos
tus pájaros se han muerto!
Sin embargo,
señores, yo no soy un escéptico
y hay unas
cuantas cosas en que creo.
Por ejemplo,
creo en el Sol, en el Diluvio, y en el estiércol;
en la blasfemia,
en las lágrimas y en el infierno;
en la guadaña y
en el Viento;
en el lagar, en
la piedra redonda del amolador y en la piedra redonda del viejo molinero;
y en el hacha
que derriba los árboles y descuartiza los salmos y los versos;
en la locura y
en el sueño...
y en el gas de
la fiebre también creo,
en ese gas
ingrávido, expansivo y del etéreo,
antifilosófico,
antidogmático y antidialéctico
que revienta los
globos... los grandes globos, los globitos
y el cerebro.
Y creo
que hay luz en
el rito, luz en el culto
y luz en el
misterio.
Creo
que el agua se
hace vino,
y sangre el
vino,
sangre de Dios y
sangre de mi cuerpo.
Creo
que el trigo se
hace harina
y carne la
harina...
carne de Dios y
carne de mi cuerpo.
Creo
que un hombre
honrado
cuando
nos da su pan
tiene el cuerpo
de Cristo entre los dedos.
Y creo
que en el cáliz
yen la hostia
hoy no hay más
que babas del Gran Conserje Pedro.
Éste es mi
credo,
y pronto será el
vuestro.
Ya lo iréis
aprendiendo.
Con él
entraremos
por la puerta
norte y saldremos
por el postigo
del infierno.
El infierno no
es un fin, es un medio...
(Nos salvaremos
por el fuego.)
Y no es un fuego
eterno.
Pero es, como
las lágrimas, un elevado precio
que hay que
pagarle a Dios, sin bulas ni descuentos
para entrar en
el reino de la luz,
en el reino de
los hombres, en el reino de los héroes,
en el reino
que vosotros
habéis llamado siempre, el reino beatífico del cielo.
¡Vamos allá!
¿Estamos todos?
Hagamos el último recuento:
Éste es el
salmista, el que deshizo el salmo
cuando dijo con
ira y sin consejo:
"Tú eres el
Dios que venga mis agravios
y sujeta debajo
de mí pueblos."
Y éste es el
poeta luciferino,
el que inventó
el poema
esterilizado y
antiséptico
y guardó en
autoclaves la canción,
puritano,
orgulloso y fariseo.
¡Oh, puristas y
estetas!
Aún no está
limpio vuestro verso
y su última
escoria ha de dejarla
en los crisoles
del infierno.
Aquí van los
artistas sodomitas,
los pintores
bizcos y los poetas inversos.
(No lloréis.
Pero no digáis tampoco
que la Luz y el
Amor se ven mejor torciendo
la mirada
y el sexo.
Ni
llanto ni ufanía. Vamos al gran taller,
a la gran fragua
donde se enderezan los entuertos.)
Aquél es el que
grita, el hombre de la furia,
y aquél otro el
que llora, el hombre del lamento.
Allá va el rey
leproso y sifilítico,
éste es el bobo
intrépido
y éste es el
sabio tímido,
cargado de
tarjetas y de miedo:
ni para decir e
pur si muove
le ha quedado
resuello.
Aquí van el juez
y el gangster,
los dos juntos
en el mismo verso.
Este es el
Presidente demócrata y guerrero
que desnudó la
espada en el verano
y debió
desnudarla en el invierno.
(¡Ay del que se
armó tan sólo
para defender su
granero,
y no se armó
para defender
el pan de todos
primero!
¡Ay del que dice
todavía:
nos proponemos
conservar lo nuestro!)
Allí va el
demagogo, aquél es el banquero,
éstos son los
cristianos
(Que ahora se
llaman los "cristeros".)
Y éste es el
hombre de la mitra,
la bestia de dos
cuernos,
el que vendió
las llaves...
el Gran Conserje
Pedro.
¡Aquí van todos!
Y aquí voy yo
con ellos.
Aquí voy yo
también, yo, el hombre de la tralla,
el de los ojos
sucios... el blasfemo.
Sí
ahora ya sin
hogar y sin reino,
sin canción y
sin salmo, sin llaves y sin templo...
yo la llevo, yo
llevo hoy la carroza,
yo la llevo.
Se va del salmo
al llanto,
del llanto al
grito,
del grito al
veneno...
¡Arre! ¡Arre!
León Felipe 1884 - 1968
Ganarás la Luz 1943
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