Francisco Brines. In Memoriam. "La tarde imaginada"

 

Ramón Gaya. Paisaje con molino. 1992
 

 
La tarde imaginada

A Ramón Gaya

Si ahora pudiera ver las desnudas montañas de Oliva,

la exangüe luz cayendo entre sus piedras, 
a sus pies los naranjos sombríos,   
el aire azul en torno de la casa 
y al frente el mar, muy pálido. 
Estar mi cuerpo allí, sabiéndome aún vivo 
y, por ello, feliz 
o esperanza de serlo.
   
Escribo en esta tarde, con la luz de Madrid que cae en las 
terrazas, 
la tarde en que imagino que estoy allí, en la piedad de Elca, 
o escribo para siempre desde la noche inmensa e impura 
en que no me sé vivo. 
Y desde ahí, tan árido, 
porque mi mano, en el espectro del papel, enciende 
vagamente palabras espectrales, 
dar testimonio inútil 
de que estuve en la vida afortunada 
y tuve la experiencia de la felicidad.

Sólo porque en mis ojos las tardes, sucesivas, se acogieron,
como en las ramas paran los sucesivos pájaros,

puedo desde este hueco seco
hacer mover el aire en una tarde incierta,
ni siquiera extinguida, pues que fue imaginada,
y así resume todas las tardes de mi vida.

¿Y a mí, quién podría salvarme?

¿Tus ojos, que ahora crean mi tarde inexistente? 
Lector, esfuérzate, y enciéndela: 
está donde un olor de rosas te llega del camino. 
Si existo es porque existes.

Tú repites mi vida, y no la reconozco.

 

Ramón Gaya 1910 - 2005

Francisco Brines 1932 - 2021

La última costa. 1995

 



 

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