Jerónimo López Mozo "Eloídes"

 Eloídes, obra de 1990, fue estrenada en 1999 por la Compañía Acción Futura bajo la dirección de Antonio Malonda, en el Aula de Cultura de la Caja de Ahorros del Merditerráneo de Alicante.
   Ha sido varias veces editada: en 1995 por Padilla Libros Editores y Libreros, en 1996 por la Editorial Visor, Biblioteca Antonio Machado y en 2009 por la Editorial KRK. En formato digital está disponible en La Biblioteca Digital Miguel de Cervantes
 

 

Escena I

 

Almacén de bebidas SÁNCHEZ E HIJOS, S. L. Cajas de plástico apiladas llenas de botellas de refrescos. ELOÍDES las traslada de una en una, a una carretilla metálica. El actual SEÑOR SÁNCHEZ le llama desde la puerta del despacho.

 

SEÑOR SÁNCHEZ.- Eloídes.

ELOÍDES.- Sí.

SEÑOR SÁNCHEZ.- Siga, siga. Sólo es para decirle que mi chaval ha sacado el carnet.

ELOÍDES.- ¿No lo tenía ya?

SEÑOR SÁNCHEZ.- El de segunda. Ahora tiene el de primera...

ELOÍDES.- Enhorabuena.

SEÑOR SÁNCHEZ.- Desde mañana conducirá el camión.

ELOÍDES.- ¿Hará él el reparto?

SEÑOR SÁNCHEZ.- Claro.

ELOÍDES.- ¿Y yo?

SEÑOR SÁNCHEZ.- Tendrás que buscar faena en otro sitio.

ELOÍDES.- ¡Vaya putada!

SEÑOR SÁNCHEZ.- ¿Acaso te he tratado mal el tiempo que has estado en la casa?

ELOÍDES.- Yo también he cumplido. ¿Tiene alguna queja?

SEÑOR SÁNCHEZ.- No, claro que no. Estamos en paz.

ELOÍDES.- Pero a mí me pone en la calle.

SEÑOR SÁNCHEZ.- Gajes del oficio.

ELOÍDES.- He cuidado el camión como si fuera mío.

SEÑOR SÁNCHEZ.- Era tu obligación.

ELOÍDES.- Así, pues, ¿no hay nada que hacer?

SEÑOR SÁNCHEZ.- No querrás que habiendo un chófer en la familia el trabajo lo haga uno de fuera.

ELOÍDES.- Su padre, que en paz descanse, no me hubiera dado este trato.

SEÑOR SÁNCHEZ.- Mi padre se pasaba de bueno. No te quedes ahí parado. El jornal de hoy tienes que ganártelo todavía. Cuando acabes te pasas por aquí, a firmar unos papeles.

ELOÍDES.- ¿Qué papeles?

SEÑOR SÁNCHEZ.- Unos impresos.

ELOÍDES.- ¿Tengo que firmarlos?

SEÑOR SÁNCHEZ.- Tú los firmas y yo te pago.

ELOÍDES.- ¿La indemnización?

SEÑOR SÁNCHEZ.- Esas son cosas de las grandes empresas. Los pequeños negocios no dan para tanto.

ELOÍDES.- ¿Y si no estuviera conforme con la cuenta?

SEÑOR SÁNCHEZ.- Reclamas al sunsuncorda.

ELOÍDES.- Al sunsun... ¿qué?

 

(El SEÑOR SÁNCHEZ se mete en el despacho. ELOÍDES permanece pensativo largo rato. Al cabo, sorprendido de no haberlo hecho antes, deja caer al suelo la caja que tiene entre las manos. El patrón, atraído por el ruido, se asoma.)

 

SEÑOR SÁNCHEZ.- ¿Qué ha sido eso?

ELOÍDES.- Ya lo ve, las cocacolas.

SEÑOR SÁNCHEZ.- ¿Se te han caído?

ELOÍDES.- Las he tirado.

SEÑOR SÁNCHEZ.- ¿A mala leche? Te voy a descontar lo que valen.(Insensible a la amenaza, ELOÍDES agarra una barra de hierro y sale.) ¿A dónde vas con eso? (Un estruendo de cristales rotos es la respuesta.) ¡El camión! ¡Eloídes! ¡Para ya, hijo de puta!

 

 Escena II

 

Casa de ELOÍDES. LOLA, su mujer, friega unos platos. Suena el timbre. Se seca las manos en la falda y abre. El recién llegado es ELOÍDES.

 LOLA.- ¿Tú?

ELOÍDES.- Ya lo ves.

LOLA.- No te esperaba.

ELOÍDES.- Estoy en libertad provisional.

LOLA.- ¿Eso qué quiere decir?

ELOÍDES.- Que a lo mejor tengo que volver a la cárcel.

LOLA.- ¿Cuándo?

ELOÍDES.- Cuando salga el juicio.

LOLA.- ¿Tardará mucho?

ELOÍDES.- El abogado dice que puede ser dentro de un mes o de un año.

LOLA.- ¿Y mientras tanto?

ELOÍDES.- Hay que esperar.

LOLA.- ¿En qué pensabas cuando quemaste el camión?

ELOÍDES.- Fue un arrebato. Todos tenemos arrebatos. (LOLA hace un gesto despectivo.) Tú hubieras hecho lo mismo.

LOLA.- Yo no. Yo pienso las cosas dos veces antes de hacerlas.

ELOÍDES.- Sólo se quemó la cabina. El asunto no estaría tan enredado si el imbécil no se hubiera empeñado en apagar el fuego.

LOLA.- Han hecho mal en soltarte.

ELOÍDES.- Bromeas.

LOLA.- Hablo en serio.

ELOÍDES.- Allí no podía ocuparme de vosotros.

LOLA.- ¿Aquí sí?

ELOÍDES.- ¡Saldremos adelante!

LOLA.- ¿Ya has pensado cómo?

ELOÍDES.- No voy a quedarme cruzado de brazos. Soy un hombre trabajador.

LOLA.- Vuelve cuando tengas ocupación, Eloídes.

ELOÍDES.- ¿Me estás diciendo que me largue?

LOLA.- Eso mismo.

ELOÍDES.- ¡¿Por qué?! ¡¿Por qué?!

LOLA.- ¿Cuántas bocas crees que puedo alimentar fregando suelos?

ELOÍDES.- ¡Fregando suelos! ¿Tú?

LOLA.- De eso vivimos desde que hiciste lo que hiciste. (ELOÍDES retrocede hasta la puerta. La abre.)

ELOÍDES.- Los chicos me echarán de menos.

LOLA.- Ya se han hecho a la idea de no verte en mucho tiempo.

 

(ELOÍDES sale y cierra la puerta suavemente.)

 

Escena III

 

Taberna de barrio. El DUEÑO, apoyado en la barra, lee un periódico con las hojas bien sobadas. ELOÍDES y su amigo ROMÁN conversan ante un par de cervezas. Suena el reclamo musical de una máquina tragaperras.

 

ROMÁN.- Así que vives otra vez en casa de tus padres.

ELOÍDES.- Sólo hasta que encuentre algo y pueda pagar una pensión.

ROMÁN.- Hace tiempo que no los veo. Aún estabas soltero.

ELOÍDES.- Ya son muy mayores. Los años no pasan en balde.

ROMÁN.- Y ahora esta historia.

ELOÍDES.- Están ignorantes.

ROMÁN.- O disimulan. ¿No te preguntan por qué has vuelto con ellos?

ELOÍDES.- Di una explicación antes de que la pidieran. Dije que teníamos huéspedes, unos parientes de Lola, que nos faltaba sitio para dormir...

ROMÁN.- ¿Se lo han creído?

ELOÍDES.- Sí, Sí...

ROMÁN.- ¿Qué les dirás dentro de un mes?

ELOÍDES.- Para entones, tal vez...

ROMÁN.- Supón que no consigues trabajo.

ELOÍDES.- ¿Qué les dirías tú?

ROMÁN.- No lo sé. Pero no se puede estar mintiendo toda la vida.

ELOÍDES.- De acuerdo, de acuerdo, pero, ponte en mi lugar...

ROMÁN.- Es difícil. ¿No te parece? Yo no he intentado quemar vivo a mi patrón.

ELOÍDES.- ¡Que no, Román, que no! Él lo va contando para perjudicarme.

ROMÁN.- Tiene quemaduras.

ELOÍDES.- ¡En las manos nada más! ¡Y eso por usarlas de apagavelas!

ROMÁN.- Si no tienes padrinos que te saquen del aprieto pueden meterte en el trullo una buena temporada.

ELOÍDES.- Aconséjame.

ROMÁN.- Si estuviera en tu pellejo me esfumaría antes de que saliera el juicio.

ELOÍDES.- Me buscarían.

ROMÁN.- ¡A Madrid, Eloídes!

ELOÍDES.- ¿Madrid? ¿Por qué Madrid?

ROMÁN.- Es grande. Uno se pierde entre tanta gente. Allí nadie conoce a nadie.

ELOÍDES.- Me da miedo.

ROMÁN.- ¡Échale cojones!

ELOÍDES.- Lola...

ROMÁN.- ¿Qué?

ELOÍDES.- Mis padres...

ROMÁN.- Les quitas un peso de encima.

ELOÍDES.- Por ellos sí que lo haría. (ROMÁN saca del bolsillo algunos billetes. Pone dos en la mano de ELOÍDES.) ¿Esto?

ROMÁN.- Lo justo para que levantes el vuelo.

ELOÍDES.- Eres un amigo, Román. Si me echo atrás te lo devuelvo.

ROMÁN.- Me voy antes de que te arrepientas. (Al DUEÑO de la taberna.) ¿Qué se debe?

ELOÍDES.- (Poniendo uno de los billetes que ha recibido sobre la mesa.) Invito yo.

 

Escena IV

 

Andén de la estación de ferrocarril, a media noche. ROMÁN busca a ELOÍDES entre los viajeros que suben al expreso que acaba de llegar. Hace un gesto de desaliento al ver que se acerca la hora de la partida y el amigo no está. Cuando casi ha perdido la esperanza, éste aparece corriendo con una mochila al hombro por todo equipaje.

 

ELOÍDES.- ¡Román! ¿A qué has venido?

ROMÁN.- A decirte adiós. Te has decidido. Me alegro.

ELOÍDES.- Me voy y sea lo que Dios quiera.

ALTAVOZ.- Tren expreso procedente de Sevilla y Cádiz con destino a Madrid Chamartín estacionado en vía primera andén primero, va a efectuar su salida.

ROMÁN.- ¡Suerte!

 (Se funden en un abrazo.)

 

ELOÍDES.- No me irá peor que aquí. Y si me va peor, a joderse toca. Tú tranquilo, que no te echaré la culpa.

ROMÁN.- Anda, sube. No vayas a perder el tren.

 

(ELOÍDES pone un pie en el estribo, pero la visión de alguien que está en la plataforma le hace retroceder al andén. Volviéndose rápidamente de espaldas, agita en el aire sus dos puños con los índices y meñiques extendidos.)

 

ELOÍDES.- ¡Lagarto, lagarto, lagarto!

ROMÁN.- ¿Qué haces?

ELOÍDES.- Me rajo.

ROMÁN.- ¡Se va el tren!

ELOÍDES.- Que se vaya. (Un largo silbido anuncia la salida. ELOÍDES cierra los ojos y no los abre hasta que el expreso ha dejado atrás la estación.) En ese vagón iba el contable del señor Sánchez. Una mala persona.

ROMÁN.- ¿Y qué?

ELOÍDES.- Cuando salga el juicio y yo no me presente dirá que me busquen en Madrid.

ROMÁN.- (Nervioso y disgustado.) Eres un cagado. Se te encoge el ombligo con cualquier cosa.

ELOÍDES.- El tipo ese es un bicho.

ROMÁN.- ¿Qué vas a contar esta vez a tus padres?

ELOÍDES.- (Enojado consigo mismo.) ¡Mierda! (Guarda silencio. Piensa.) Tengo mi casa. ¡Iré a mi casa!

ROMÁN.- ¡Es la casa de Lola!

ELOÍDES.- De ella también.

ROMÁN.- Lola no quiere saber nada de ti. (Tras una pausa, a modo de aclaración.) Eso me dijiste que te dijo.

ELOÍDES.- ¿Qué te pasa? Te veo muy nervioso.

ROMÁN.- Me preocupas.

ELOÍDES.- (Tragando saliva.) No seas tonto. (Desde el borde del andén dirige la mirada hacia el lugar por el que ha desaparecido el tren.) ¿Queda lejos Madrid?

ROMÁN.- A cuatrocientos kilómetros, kilómetro más, kilómetro menos.

ELOÍDES.- ¿A qué espero? La noche es buena. Mira qué cielo, sin nubes, lleno de estrellas... (ELOÍDES echa a andar vía adelante. Apenas ha dado algunos pasos se vuelve.) ¿Te ocuparás también de mis hijos?

ROMÁN.- ¿De qué hablas, eh, de qué?

 

Escena V

 

Tres noches después. Vía muy larga y recta en plena llanura manchega. ELOÍDES camina por ella. Al fondo, donde los raíles se juntan, aparece una luz diminuta, apenas un punto. ELOÍDES se detiene y contempla cómo crece lentamente. Siente el deseo de aguardarla en aquel lugar. Arroja la mochila a un lado y echa la cabeza atrás al tiempo que se abre de piernas y extiende los brazos hacia arriba. Cuando el ojo de la locomotora es grande como una luna llena y el suelo tiembla bajo sus pies, ELOÍDES grita.

 

ELOÍDES.- ¡Juro que soy un hombre bueno! ¡Sánchez, mamonazo, usted tiene la culpa de todo lo malo que me pasa! ¡No te escondas, Lola sucia, perra! ¡Mírame en medio de la vía, tieso como un árbol! ¡Me siento como un idiota! ¡Deja de sobarla, Román! ¡Tú me has puesto en esta vereda! ¡Bien sabías lo que hacías, buitre! ¿Oís como yo el tren que se acerca? ¡Ya me alcanza! ¡Esto se acaba!

 

(El gigantesco y cegador disco de luz estalla. Sigue durante unos segundos el estruendo producido por el paso del tren. Al cabo, cuando tornan el silencio y la obscuridad, ELOÍDES, acurrucado junto a un montón de tierra, contempla su entorno como si acabara de nacer. Se levanta con esfuerzo. Está bañado en sudor. Busca la mochila y se la echa a la espalda.)

 

(ELOÍDES desorientado.) ¿Madrid? (Duda.) Por allí. Eso es, por allí. (Camina cojeando ligeramente. Unos pasos más allá se detiene.) Claro que soy un hombre bueno. Cuando regrese de Madrid, al señor Sánchez le compro un camión nuevo. A Román le devuelvo su dinero y él deja en paz a Lola... Los chicos creerán que he resucitado. Y vaya si he resucitado. Pero lo primero de todo será ver a los viejos.

(...)

Jerónimo López Mozo (1942)

 

 

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