Juan Cristóbal González "La sibila Casandra"

 


Fotografía de Irene Rodríguez

De entre los grandes escultores de la generación de la República merece una atención especial Juan Cristobal González (1896 - 1961). Formado en el clasicismo, fue aprendiz en el taller de Mariano Benlliure, se identificó desde muy joven con la estética y las formas de Donatello y el Quattrocento, pero también desde muy pronto sus formas adquirieron una expresividad cubista que mantuvo a lo largo del tiempo.
El escultor y la modelo Luz Fernández
 
   Fue uno de los escultores que más monumentos públicos realizó: Goya en Madrid, El Cid en Burgos, Ganivet en Granada. Siendo un artista comprometido con la República, el Franquismo no solo le toleró sino que le encargó obras significativas, aprovechando el empuje herioco de sus figuras; el caso más evidente es de El Cid de Burgos de 1955, que se convirtió practicamente en un emblema de la ciudad y uno de los iconos del regímen.
Tarjeta postal de 1955
    En mi juventud esta estatua me parecía un verdadero engendro, mezcla del conde Drácula (por la capa), del Gerrero del Antifaz (por el casco) y de Conan el bárbaro (por la espada). Solo más tarde me dí cuenta cuenta que lo importante no era el jinete sino el caballo, todo un homenaje al de Andrea Varrocchio en El Condotiero Colleoni de Venecia.
   Y es que Juan Cristobal siempre se mantuvo fiel al espíritu del Quattrocento florentino, donde se fraguó la estética de la escultura moderna, pero a la vez su arte tiene la audacia de la vanguardia; una magnífica síntesis entre clasicismo, simbolismo, realismo y cubismo. Asi la perturbadora imágen de la Sibila Casandra del Círculo de Bellas Artes de Madrid, una escultura en pórfido que sabemos fue fruto de una largísima meditación y trabajo, iniciada hacía 1917 no fue finalizada hasta la gran exposición del Círculo en 1926 y adquirida por este.
   El referente primero es el San Jorge de Donatello, una de las
imágenes que más claramente presenta la figura del heroe mítico en toda la historia del arte (observese la posición del brazo izquierdo y el alargamiento del cuello de ambos), pero la Casandra de Juan Cristóbal es hija de los convulsos tiempos del novecientos, va más allá.
   Esta oscura mujer de tamaño natural, vieja y joven a un tiempo, estremadamente real hasta las manos que reposan en el vientre y cubista-egipcia de la cadera a los pies, es captada en el instante en que va a pronunciar el oráculo, su mirada sigue la visión, las aletas nasales dilatadas en inspiración, los labios a punto de entreabrirse; sus manos sobre el vientre nos imponen atención pero también nos acunan, se compadece; nos va a anunciar algo, algo fatal... La Casandra de Troya sucumbió por anunciar la derrota y la destrucción ¿qué nos desparará esta?
 
 

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