Vicenç Navarro "Por qué la monarquía no es buena para España"

 

Como era predecible (tanto el rey actual como su padre lo han dicho en cada discurso de Navidad), Felipe VI subrayó en diciembre del año pasado que "los avances y el progreso conseguidos en democracia son el resultado del reencuentro y el pacto entre los españoles después de un largo periodo de enfrentamientos y divisiones". Reprodujo así la visión de nuestro pasado reciente –de la Transición supuestamente modélica y de la democracia que la siguió– que los establishments político-mediáticos del país promueven, atribuyendo su éxito a la generosidad de los dos bandos de la Guerra Civil que permitieron alcanzar un sistema democrático homologable al de cualquier otro país de la Unión Europea (en realidad, el decimosexto país más democrático del mundo según el semanario liberal ampliamente conocido y respetado por tales establishments, The Economist).

Estos dos bandos eran, por un lado, los herederos de los que llevaron a cabo lo que definieron como el "alzamiento nacional". En realidad, fueron los golpistas que se levantaron militarmente en defensa de los intereses y privilegios de las élites económicas y financieras responsables del enorme retraso de España, frente a un gobierno democrático-republicano que, en defensa de las clases populares, iba a llevar a cabo intervenciones que reducirían los intereses de dichas élites. La evidencia de que ello fue así es abrumadora, por muy ignorada u ocultada que esta realidad siga estando en España. Y fue gracias a la ayuda de las tropas nazis de Hitler y del régimen fascista de Mussolini que los golpistas instalaron una de las dictaduras más sangrientas que hayan existido en la Europa Occidental (tal y como atestiguó el profesor Malefakis, de la Universidad de Columbia en Nueva York, experto en el fascismo europeo, cuya investigación demostró que, por cada asesinato político cometido por Mussolini, Franco cometió diez mil). Pero, además de cruel y enormemente represivo, el Estado dictatorial fue altamente ineficiente y regresivo, causa del gran subdesarrollo económico y social de España (cuando la dictadura terminó en 1978, España tenía, y con mucho, el gasto público social más bajo de Europa). Al otro lado estaban los herederos de los defensores de la democracia (comprometidos con el progreso y el bien común, dentro de una España plurinacional y socialmente justa), que, repito, lucharon para mantener la II República y avanzar en el proyecto social de España, unos esfuerzos que las clases populares españolas apoyaron activamente, lo que requirió una enorme represión por parte de los golpistas para poder pararlas.

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Vicenç Navarro (1937)

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