Maria Zambrano "El sueño de la pintura"
Irene Rodríguez. Llegando a casa IV. Óleo El sueño de la pintura No deja de producir extrañeza –sobre todo a partir de determinadas rupturas históricas– que la más sensual de las artes sea la más metafísica: la pintura. Por el color, desde luego. Mas no sólo, ya que una escultura coloreada, no hace sino ganar, no en sensualidad, sino en distancia. El color en la escultura es ornamento litúrgico que la convierte o asemeja a un incono, a veces, hasta a una estrella, algo del terrestre firmamento en fin, o en algunos casos, cuando la sangre y las huellas de la fortuna abundan, a una figura escapada de algún rincón de los infiernos del dolor. Porque los cuerpos de la escultura están siempre lejos y el color no hace más que alejarlos más, cualificando su lejanía, determinando el espacio desde el cual se nos hacen visibles. Ellas, las estatuas, pertenecen a un mundo de ultratumba o de ultravida, muy semejante al mundo de las platónicas ideas, y así nue...